Conversación con Uno Mismo

No tienes derecho a juzgarme, soy humano y como tal, soy imperfecto. ¿Tú quién eres para señalarme?
Es de mi total incumbencia, has hecho miserable mi vida y ahora, así de fácil te haces el desentendido.
Mi vida está llena de decisiones, tú no tienes esa carga encima, tú sólo te dedicas a criticarme.
Es que ¿A caso has olvidado tu gran falta?
¿Mi gran falta? Tú estabas allí y no hiciste nada.
Porque confiaba en tí, pensaba que harías lo correcto.
En ese momento no era yo, era tan perfecto para hecharlo a perder.
Y lo hechaste a perder, ahora ambos pagamos las consecuencias.
Yo no quería que esto pasara, yo no quería que las cosas terminasen así.
¿Aquién engañas? Recuerdo haberte visto pasando por su esquina mirando hacia su pent house, caminando frente al portón para ver si de casualidad te topabas con ella. Y ¿Qué hacías cuando esto sucedía?
Reíamos como locos. En poco tiempo ella me conocía mejor que nadie.
¿Mejor que yo?
De diferente manera.
¿Y qué te llevó a actuar así?
Fueron sus ojos, me pedían que nunca me alejara.
Tus argumentos son contradictorios.
Sus brazos me pedían que nunca la soltara.
La incoherencia se ha adueñado de tí.
Sus labios me decían que era el momento, sus suaves pasos danzaban en mi mente, se detuvo el tiempo y...
...y así se terminó. Cobarde.
Su voz me daba paz, sus manos me pedían que renunciara a todo.
Y lo hiciste.
No fué así.
Renunciaste a ella ¿Qué era más importante? Por miedo a extrañarla no le dijiste, no la besaste, no la acariciaste. Aquella noche la dejaste frente al portón arrepentido de no haber hecho nada, todo el camino a casa pensando en ello y ahora la extrañas aún más, porque extrañas el recuerdo de lo que nunca pasó. Y ahora, míranos.
Es tan fácil decirlo, tú no lo hubieras hecho mejor.
No era mi trabajo, tú eres la voluntad, yo sólo soy tu conciencia. Todo lo que te reproche es responsabilidad tuya y de todas tus faltas esta es la que nunca te perdonaré.